jueves, 6 de diciembre de 2012

El juego de vivir

Las luces de una época añorada llegaban de nuevo a la ciudad como cada año por esas fechas. Sólo que cada vez se le hacía mas absurdo, menos tierno. Ya no era como antes. Pero como antes no eran ya muchas otras cosas. A menudo piensa que a veces es preferible ser el espectador de vidas ajenas que poner la suya en juego de nuevo. Cuesta apostar cuando lo que se arroja al tablero es parte de uno mismo. Y cuando muchos de tus aliados resultan ser contrincantes enmascarados.

Deambulaba por el frío que envolvía esa ciudad encantada. La magia de la vida a veces se esconde entre las mantas que te ayudan a acurrucarte proporcionándote el dulce calor que te aviva el alma. En esa sensación pensaba mientras observaba a los transeúntes inquietos caminando con las bolsas cargadas, tan llenos de cosas, tan vacíos de otras tantas.

Hacía tiempo que ya no creía en el destino, sino en ella misma. Y pese a que quizás muchas veces las buenas  jugadas acaban siendo faroles baratos, lo único que tenía completamente suyo eran sus propias cartas, y hay que jugarlas, sea cual sea el resultado.

Por eso comenzó a obligarse a ilusionarse como tiempo atrás hacía con esas luces, con los papeles de regalo que envolvían no juguetes, sino sueños. Con los dulces que animaban no solo el estómago. Con la música que ponía banda sonora a los pequeños momentos. Comenzó a envidar a lo grande, porque en ocasiones hay que perderlo todo para poder ganar lo que de verdad importa.

©SandraLópezOrtiz_uca

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