martes, 18 de diciembre de 2012

Soltando lastre


Su ley de vida era la música y su filosofía la sonrisa. Vestía traje de recuerdos rotos que se mezclaban con los retales de los nuevos, los cuáles recomponían su vestimenta. En ciertos momentos desconfiaba de su entorno, su nuevo mundo. Nunca le habían sonreído tantas puertas al mismo tiempo. Que extraña sensación de felicidad, se cuestionaba. En realidad eso le ocurría porque no se lo creía. No creía que de verdad a veces la vida te devuelve más sonrisas de las que imaginas.

Y entonces ocurre. El frío tiene un toque cálido que abriga el alma. Los pasos saben hacia donde caminar sin preguntar a los mapas del destino. Las miradas dicen más que las palabras. Y la apatía descansa acurrucada en el sofá de los deshechos, para que su compañera la simpatía florezca como la primavera entre las nuevas flores que crecen en los jardines de las amistades. 

La mochila de recuerdos cada vez es menos pesada permitiendo llevar un ritmo muy aceptable. Y si, a veces encontraba piedras en el camino, pero ningún desvío está totalmente asfaltado hasta llegar a la cima. La ruta de la vida es dura y a menudo jodida. Muchas veces cansa, y estás dispuesto a retroceder tus pasos y volver al punto de partida. Pero dependía de ella, solo de ella, el poder sentirse bien, en paz, tranquila. Llegar a lo más alto.

Entonces se dio cuenta de que la desconfianza a menudo está sobrevalorada. Y que el pasado te rezaga al borde del precipicio sin que puedas abrir las alas y echar a volar. Ni si quiera te permite ver las vistas. Se dio cuenta de que ambos eran los culpables de que esa mochila que llevaba a sus espaldas la cansaran tanto, hasta incluso dejarla exhausta. 

Y entonces vuelve a ocurrir. Lo que de verdad importa emerge como un iceberg en el mar helado de la soledad, y el calor de los que realmente merecen la pena va fundiendo el frío agua. El gran buque de vivencias cargado de risas y experiencias corta sin piedad los trozos de hielo que aún sobreviven. Y es en ese momento cuando una vez más se dijo: "la vida es tan injusta como maravillosa".

©SandraLópezOrtiz_uca

jueves, 6 de diciembre de 2012

El juego de vivir

Las luces de una época añorada llegaban de nuevo a la ciudad como cada año por esas fechas. Sólo que cada vez se le hacía mas absurdo, menos tierno. Ya no era como antes. Pero como antes no eran ya muchas otras cosas. A menudo piensa que a veces es preferible ser el espectador de vidas ajenas que poner la suya en juego de nuevo. Cuesta apostar cuando lo que se arroja al tablero es parte de uno mismo. Y cuando muchos de tus aliados resultan ser contrincantes enmascarados.

Deambulaba por el frío que envolvía esa ciudad encantada. La magia de la vida a veces se esconde entre las mantas que te ayudan a acurrucarte proporcionándote el dulce calor que te aviva el alma. En esa sensación pensaba mientras observaba a los transeúntes inquietos caminando con las bolsas cargadas, tan llenos de cosas, tan vacíos de otras tantas.

Hacía tiempo que ya no creía en el destino, sino en ella misma. Y pese a que quizás muchas veces las buenas  jugadas acaban siendo faroles baratos, lo único que tenía completamente suyo eran sus propias cartas, y hay que jugarlas, sea cual sea el resultado.

Por eso comenzó a obligarse a ilusionarse como tiempo atrás hacía con esas luces, con los papeles de regalo que envolvían no juguetes, sino sueños. Con los dulces que animaban no solo el estómago. Con la música que ponía banda sonora a los pequeños momentos. Comenzó a envidar a lo grande, porque en ocasiones hay que perderlo todo para poder ganar lo que de verdad importa.

©SandraLópezOrtiz_uca