domingo, 30 de septiembre de 2012

Su compañera

Y ahí estaba ella, rodeada de tanto y de nada al mismo tiempo. Pensando en todo a la vez. Echar la vista atrás es imposible cuando se camina hacia adelante, pensó. Nunca se deben olvidar los pasos que has dado.  Deambulaba en su pequeño y nuevo mundo: su cuarto, realizando las tareas más banales y rutinarias. Entonces comenzó a sentirse extrañamente bien, inquietamente tranquila. No sabía que es lo que había producido ese cambio en ella, o quizás si. ¿Quién sino? Era su fiel compañera, quien la acompaña vaya donde vaya, que en ese momento se había pronunciado con una de sus conversaciones favoritas.

Cada palabra que dice, cada diferente melodía con la que se hace escuchar tienen un significado diferente para ella. Su amiga fiel es una caja de recuerdos, de emociones, de sentimientos. Es capaz de enfurecerla o adorarla. A menudo se empeña en escupir las notas que conforman esa canción que ella menos quiere escuchar, pues consigue desabrochar un botón más de esa camisa que la envuelve: su pasado. Otras en cambio, la contagia con su alegría llenándola de vitalidad.


De cualquier forma, siempre que se pronuncia nunca la deja indiferente. Porque su amiga la escucha, la entiende y la comprende como ninguna otra. Es capaz de expresar todo lo que ella no puede. Por eso, no puede vivir sin ella. Porque sabe que a su lado, nunca se sentirá sola.

©SandraLópezOrtiz_uca

martes, 18 de septiembre de 2012

Punto muerto

Sigo parada en el mismo punto. Y no se por qué estoy escribiendo lo que escribo. Supongo que porque me canso de llevarlo conmigo, de taparlo escondiéndome en mi misma. Ya cansa, y duele, pero no a partes iguales. Siguen los recuerdos y yo siento que no avanzo. ¿Por qué te aferras?, me pregunto. ¡Estoy luchando!, maldigo. Pero no se va. Ha calado muy hondo, y aún lo siento verdadero, aunque a veces dudo, tiemblo. No se van las caricias, ni los besos. Ni el calor de tus palabras dulces. Tengo frío y quiero tus brazos para abrigarme. No hay otros pies que calienten los míos en la cama. Escucho tu nombre sin querer y vuelven más recuerdos. Hay una foto tuya que encuentro al destapar una caja, siento que somos “nosotros” ¡maldito seas! Entonces recuerdo las tormentas a tu lado. Los desprecios y desplantes. Las huidas de cobarde. Tus gritos y manías. Tu elocuente egoísmo. Todo lo malo. Y es cuando te odio con todas mis ganas. Por lo que desisto, te abandono. Pero al cabo de los días vuelves de nuevo. Vuelves en forma de brisa que encoge mi alma cuando me acurruco entre las sábanas como una niña, la tuya. Cuando te escucho en las notas de alguna canción. Cuando te leo en los libros. Cuando te veo en aquellas fotografías. Pero no me reconozco en ellas, ni a ti tampoco. Ya no soy aquella que sonríe plenamente sin esconder nada dentro. Me he perdido a mi misma. Me he apagado. Y me odio por seguir sintiéndote sin sentirte. Por seguir permitiendo que desgarres mi corazón. Por haber dejado que te engancharas en mí como un imperdible que clava, duele, sangra. Quiero volver a sentirme bien completamente. Quiero no echarte de menos al mismo tiempo que intento echarte de más, a veces sin esfuerzo. Quiero que te vayas de mi. Se acabó. Ya llegará otro motivo, otra razón con dos manos suaves que me abracen sin dolor. Me convenzo. Otro nombre que me enseñe una vida bonita. Que me devuelva la ilusión. Que me hagan sentir poesía. Que le baste tal y como soy.
©SandraLópezOrtiz_uca

¿Cuántas caras?

Proyectamos inevitable e inconscientemente imágenes muy diversas de quienes somos dependiendo de las distintas relaciones que tenemos con las personas con las que socializamos. No somos iguales con un desconocido, con un amigo, con una pareja, con tus padres. Cada una de esas personas conoce una o varias de las múltiples caras de lo que somos y dejamos ver. Y más de uno se sorprendería si viera el resto de caras que no le corresponde ser testigo.
¿A caso solo nosotros mismos conocemos a todas esas caras? Quizás ni si quiera eso.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando se es dos o más personas completamente opuestas? ¿A caso todos tenemos una identidad contraria que intenta escapar y exhibirse a gusto en el escaparate social, rompiendo todas las apariencias que hasta ahora se mantenían de nosotros? Me recuerda a las típicas escenas de las películas en las que se posicionan el ángel y el demonio sobre los hombros del protagonista en mitad de una indecisa decisión, y cada uno intenta agasajarlo para llevarlo a su terreno.


Quizás la cuestión estaría entonces en diferenciar entre personalidades y persona. Una persona puede tener diferentes personalidades (realmente variadas) que conforman su persona. Pero si cada persona se define por una personalidad...¿quiere decir todo ello que podemos ser varias personas en una? Y si es así, ¿cuántas personas podemos ser realmente?

El mundo de los sentimientos, las creencias, la ética y la moral...en fin, todo aquello que define a una persona, es tan complejo, que simplemente reflexionando ya me he hecho un lío. Pero divagaciones a parte, yo creo que en el fondo siempre hay un "yo" estable, que permanece en las profundidades del ser, y que es realmente quien caracteriza a cada uno. Luego dependiendo de las vivencias, las apetencias y las experiencias de cada uno, ese "yo" particular, se comportará de diferentes maneras dependiendo de lo que pretenda en cada momento. Por lo que concluyo creyendo en que solo se puede ser una única persona con una personalidad general y básica, a la que se suman muchas personalidades diferentes.

©SandraLópezOrtiz_uca

domingo, 9 de septiembre de 2012

De frío y calor


Ella salió al balcón. Sentía el frío que recorría su cuerpo erizando el suave bello que cubría su ahora fría carne. Pero el aire era templado, bastante agradable. Es cuando supo entonces que su temperatura era fruto de su alma y no de una cuestión metereológica.

Cuanto humedece los huesos la soledad. Mucho más que una lluviosa tarde de invierno. Primero va calando poco a poco lo superficial, viéndose reflejado a simple vista, en el simple cuerpo. Después penetra con furia hasta el más profundo interior. Y es cuando más mojada se siente. Cuando la invade el tremendo e implacable frío.

Cerró los ojos con el inconsciente y equívoco deseo de retroceder en el tiempo y que sus manos, las de él, la asustaran al tocarla rodeándola con ellas, proporcionándole esa añorada protección corporal. Sería un travieso susto precedido por la calma, aquella que tanto deseaba.

Pero abrió los ojos y todo seguía igual. Que ilusos son los humanos cuando desean algo. Aunque en el fondo no sabía muy bien si deseaba aquello. Solo quería sentir calor. Ganarle el pulso al frío y a aquella jodida humedad que calaba tan hondo.

Accedió al cuarto con un suspiro cayéndose por la aterciopelada alfombra. Y sintió en su desnuda espalda, esta vez sí, la fresca brisa del atardecer. Su piel volvió a erizarse. Abrió el cajón más alto de aquel armario impoluto, y fría e irónicamente pensó: “a falta de manos buenas son las mantas”.

©SandraLópezOrtiz_uca