miércoles, 15 de agosto de 2012

Alto porcentaje


"Lo ve Lehman, de vez en cuando a todos nos gusta creer en algo. Pero siempre olvidamos que el 99% de las veces la vida no es como nos gustaría." Viene a cuento de una frase de la película que accidentalmente anoche vi a ciertas horas de la madrugada por televisión. La película no era gran cosa, pero no hace falta que se trate de un buen largometraje para que nos sorprendan con perlitas como esa.
Aunque ese alto porcentaje (99%) hizo descender mi autoestima hasta no ya el piso 0, sino directamente al sótano. ¿Tan poco porcentaje de satisfactorias decisiones propias hay en la vida?

Bien es cierto que día a día pequeñas e insignificantes leyes del universo se alinean para que sencillas cosas no encajen y no salgan como nos gustaría. Como ese acto tan simple de introducir la galleta en la leche para después comérsela. El 99% de las veces dicho porcentaje se reparte en: 1. parte de la galleta se deshace entre grumitos en la leche, o 2. tu galleta se cae encima de la mesa esparramada salpicándote la vestimenta.

También está el momento en el que decides hacerte algo de comer o recoger (¿por qué no?) cosas en la cocina aún teniendo prisa porque llegas tarde, y comienzas a arrojar al suelo todo lo que atrapas con la mano. Además, si tiras algo de comestible, será el 99% de las veces: 1. líquido viscoso o denso difícil y no rápido de limpiar, o 2. algún tipo de salsa, plato elaborado con tomate, etc...también difícil y no rápido de limpiar.

Luego está aquella otra ley de encontrarte con gente por la calle que hace tiempo que no ves, y que lo propio es que se produzca un pequeño y distendido encuentro social, en el peor momento posible, porque el 99% de veces que se producen dichos encuentros: 1.tienes prisa ya que llegas tarde y no sólo te has tenido que cambiar la ropa que tan bien te quedaba porque alguna de las cosas no fáciles y no rápidas de limpiar te salpicaron, o 2. estás cabreado porque tratando de limpiar el estropicio fruto de tu propia torpeza te has golpeado con algo y te sientes aún más estúpido. Hablando de golpes, también hay una ley exquisita que consiste en golpearte el maldito dedo pequeño del pie cuando andas descalzo, con la más puntiaguda esquina que haya en tu casa.

O qué me dices de los rollos de papel que no están en el baño cuando los necesitas y ya es demasiado tarde. O justo el día que tienes libre en una semana calurosa y soleada y justo justo ese día, tormenta tropical. O cuando te animas a bajar al bar tan acogedor como alejado de tu casa, y ese día está cerrado por descanso. Y qué hay de cuando tienes planes y ese día tu móvil parece no tener descanso, y la jornada siguiente, aburrida, nadie responde a tus llamadas.

Sí, lo sé. La mayoría de estas cosas son auténticos pequeños detalles. Pero creo que nuestro día a día en esta vida trata de ellos. Y si juntas uno, mas uno, mas uno, quizás sí que lleguen al porcentaje. Pero me niego. Considero que hay que ser realista y aceptar un número alto pero, ¿ 99%?, me niego a creerlo.

©SandraLópezOrtiz_uca

jueves, 9 de agosto de 2012

El placer de no dormir


"Vivo más de noche que de día, sueño más despierto que dormido, bebo más de lo que debería, los domingos me suelo jurar que cambiaré de vida", creo que la Fuga lo define bastante bien.
¿Realmente la noche nos transforma? ¿O solo deja ver quienes somos en realidad? Quizás nos parecemos más de lo que creemos a los hombres lobo o a los vampiros. A plena luz del día nuestra consciencia y conciencia se apodera de nosotros y solemos actuar más comedidos. La imagen que intentamos proyectar es la "correcta". Nos avergonzamos más de nuestros actos, nuestras palabras, nuestro físico. Pero cuando la oscuridad se apodera del día y se hace real aquello de "todos los gatos son pardos" , parece darnos igual el mañana. No importa si se nos ve el culo, si hablamos demasiado o si nos excedemos en contacto físico incluso con desconocidos. ¿Qué provoca la noche en nosotros? ¿A caso la oscuridad es una droga natural con un efecto embriagador y deshinibidor que ningún camello ha sabido vender?

Dormir es un placer, doy fe. Pero he comenzado a sacarle provecho al infravalorado insomnio. El sueño y yo nunca nos hemos llevado muy bien. Creo que es por eso de que recurro más a él despierta que dormida. Ya sabéis, la envidia está a la orden del día. El caso es que cuando una no consigue dormir, ni si quiera con la ayuda de mentas poleo, caminatas nocturnas o soporíferas lecturas/películas (hoy en día en la tv no ponen ni una película decente, sea dicho de paso), comienza a preguntarse en las cosas que se hacen de noche.

Un nuevo alto en el camino:  soy de esas personas que se dedican a pensar cuando deberían hacer otra cosa, en este caso, dormir. En el momento de irse a la cama y dejarse llevar al dulce mundo onírico, mis oportunos pensamientos ocultos salen a flote como por arte de magia. ¡Malditos!
Y mi mente se deja llevar comenzando a pensar la gran cantidad de trabajos nocturnos que existen. Cuando el resto de personitas permanecemos (o al menos lo intentamos) de manera apacible, relajada y dulcemente acostados en ese invento que denominaron "cama", otros muchos se dedican a lidiar con la oscuridad. ¿Y el mundo cuando duerme? ¿No descansan nunca los hospitales, las fábricas, los aeropuertos...? Me siento ridícula sintiendo lástima por cosas inertes. Pero oye, al menos pienso.

¿Y no es a caso aún más placentero el acto de dormir que cuando no hemos dormido mucho? Es como aquel gran placer del abandono corporal y mental bajo los chorros calientes de la ducha, cuando llegas exhausta después de una jornada deportiva. Hace un tiempo comprendí que los contrarios son necesarios. Por ilustrar: existe la alegría porque hay tristeza, la pobreza y la riqueza, el sueño y la vigilia. Así que de algún modo, y aunque quiero ganarle el pulso al insomnio, he de reconocer que gracias a él he descubierto el placer de no dormir.


©SandraLópezOrtiz_uca